martes, 31 de enero de 2017

Capítulo 3

El Color De Sus Ojos


El Brazalete

— ¡Samuel! — comentó Gabriela, que al momento tome a Mariza del hombro.
—wau— sus ojos se sobresaltaron, al mirar a Mariza, de inmediato extendió su mano derecha —soy Gabriela— dijo mientras se lleva un rizo detrás de su ojera, la chica se quedó inmóvil, no extendió su mano, más solo alzo su tono de voz —Es un gusto conocerte Gabriela, por cierto mi Nombre es Mariza—Dijo al tiempo que reposo su cabeza en mi pecho, dejándome en el momento más incómodo.
—Aun sigues en tu loca idea de capturar recuerdos— mencionó alzando sus ojos grandes y redondos, mientras, tomaba en sus manos la cámara, llevándola cerca de su rostro, dio un clic—Los recuerdos, pertenecen a las personas que somos y en que nos hemos convertido, para así mirar atrás intentando olvidar llagas o tal vez solo mirar atrás para revivir momentos, donde la felicidad estuvo en plenitud—comentó Mariza.
Gabriela enarco las cejas sonriendo, llegamos al final de la calle, pues la plática había durado cinco cuadras, con momentos incómodos, acompañados de miradas cruzadas. Gabriela se despido mientras zigzagueada los automóviles llegando a la otra acera, con paso ligero la perdí entre la multitud del centro comercial. 
—Necesito recargar esta cosa — dijo mientras aquel brazalete se movía en su muñeca.
—primero iremos al mirador, en el quiosco de allí lo cargaremos — comente, con mala gana —Gracias por salvarme Mariza— dije en un tomo desanimado.

El clima había cambia, el viento soplaba, llevando el cabello de Mariza hacia su rostro, que a pocos pasos se la hato en una cola de caballo; en las alturas tus ojos son el panorama hacia aquella ciudad, donde, no solo son quiteños, una ciudad que acoge a todo viajero, a personas que se arriesgan a salir de sus provincias y conseguir una vida mejor. Lo único que nos detiene es aquel barandal, tú el abismo y la ciudad.
—Por suerte siempre llevo una batería adicional— mencione sacando un objeto rectangular del morral, tome la muñeca de Mariza, pretendí encontrar un botón que abriese aquel brazalete, — ¿Qué haces? — Interrumpió con un tono dubitativo —Pues intento quitártelo— repuse, pero al periquete retiro su mano con brusquedad, llevándola a su pecho. —No es necesario— tanteo sus dedos rodeando el objeto —Aquí, puedes conectar el cargador— aclaro, abriendo un pequeño agujero, al conectar el cable USB, el brazalete negro cambio de color, a un amarillo pálido, por consiguiente a un verde agua, después aun celeste cálido.
—Seguirá cambiando de color, cuando llegue al blanco, estará completamente cargado.....bueno eso dicen— dijo con una sonrisa en su rostro alargado.
—¿Porque dejar a Gabriela?— pregunto de repente, baje la cámara que tenía fija en la virgen de aquella loma del panecillo, voltee a mirarla.
—Pues lo ha hecho ella— respondí en susurro, deje caer la cámara que se sostenía en mi cuello, con los codos en el barandal comencé hablar.
—Es una larga Historia, que no vale la pena ser contada—mencione, mientras Mariza soltó una sonrisa burlona.
—Enserio esta cosa se demora mucho en cargar— refuto, llevándose un mechón de cabello tras la oreja.
Exactamente soy de las personas que no apetecen hablar, más solo se limitan a contestar preguntas, pero Mariza pensaba que charlar es un Arte, cayendo en cuenta que el silencio no le agrada.
Unos pasos atrás un grupo de jóvenes se aproximaron al pasamanos, uno de ellos llevaba un teléfono , mientras se reproducía una canción en alta voz, Mariza comenzó a tararear, llevando aquel ritmo hacia sus dedos que comenzaron a simular un teclado en el barandal y llegando al coro empezó a cantar.
Cuando las luces se apagan


Cuando Noviembre llega
Puedo escuchar tu voz, en la azotea
Tú forma de ser sarcástico,
Fue tu Marca, fue tu insignia.
La la la la la la lalalalalala
(No me acuerdo de la letra)
La la la
//Solo quiero poder decir Adiós//

Escucharla cantar cambio mi estado de ánimo, si le pagaran por cada vez que me ha hecho reír, esta chica seria millonaria.
Un leve silbido salió del brazalete, que se tornaba totalmente blanco.
— ¡Por fin! —vocifero Mariza retirando el cable USB del puerto, al tiempo unas chicas reían al otro extremo del balcón agitando la fotografías instantáneas.
—Enserio, gracias por la batería — aclaro meneando el brazalete en su muñeca—Odio andar por allí con aquel Bastón Blanco—dijo Mariza arrugando la nariz
El atisbo que rondaban en mi mente, se habían aclaro con aquellas palabras. Podías ver a Mariza caminando en el Parque, sentada en el cinema, como toda persona Normal, porque, sabía disimular muy bien, aquellos ojos solo tenía color, pero, escaseaban de vida.
— ¿Dónde Me encuentro? — Pregunto la chica.
—Mirador Yaku, Museo del Agua— respondió el Brazalete, al momento Mariza levanto los brazos inhalando aire, que a pocos segundo exhalo cerrando sus ojos, sumergiéndose en algún recuerdo.
—En sexto grado, la escuela organizo una visita a este Museo, lo único que me agradaba es sentir el viento y ver brillar el sol sobre la ciudad— dijo, manteniendo sus ojos cerrados.
— ¿Cómo puede un ser humano mantener recuerdos sin ser borrados? — Se preguntó.
La mente es frágil, por ello la vida es capturada en pequeños momentos, como en tu Cumpleaños número uno, tu no lo recuerdas y nadie lo recuerda, pero en aquel pedazo papel, te miras con un gorro que da vergüenza, una torta que lleva tu nombre y vez a tu Madre en los días de su juventud. También, cuando tu madre te  ha obligado a salir en el pase del niño, ¿lo recuerdas?, cada año en Diciembre, con imágenes escasas en tu cerebro, ¿Cómo podía recordar algo que sucedió hace Nueve años?, pero al mirar el vídeo casero, tu memoria se activa, recordando, como caminabas a regañadientes, vestido del pastorcito numero ciento cincuenta y tres.
No era nada fácil responder a esta pregunta.


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lunes, 30 de enero de 2017

Capítulo 2

El color De Sus Ojos



¿El Destino ?

Vivo en Quito, o, como suelen llamarlo, la carita de Dios, en Ecuador un país pequeño, pero con mucha cultura en su sangre, si preguntaras, ¿estas orgullosa de tu país?, la respuesta es..... ¡MIERDA NO LO SE!, pero la persona indica para convencerte es mi Madre, ¡El patriotismo lo llevo en la sangre!, eh vivió lo suficientemente cerca de esta mujer, para conocer todo sobre el País.
Al terminar el bachillerato empieza tu verdadera vida, pero la mía sigue en puntos suspensivos, la cuestión es que no soy un "hijo de papi", primer punto, no tengo padre, y, segundo, porque no nací en un bandeja de plata, nací en un familia que todo se gana con esfuerzo, lo aprendí de la única familia que tengo, "Susana", ¡AMO A ESTA MUJER!
A los 15 me obsequio un cámara, dijo que en ella podría impregnar la felicidad, o incluso, si miras a través del lente, podrías encontrar la tuya. ¡Es solo un cámara!, sí, eso es lo que dije, pero a la semana siguiente, la lleve a las colinas en el sur, donde el paisaje desborda por doquier, no hay ruido alguno que interrumpa lo que llaman el sonido perfecto, que el viento pueda silbar a pesar de no ser humano, que el verde de los árboles, resulte una combinación perfecta con el cielo, fue justamente eso lo que atrape en aquel artilugio. Desde entonces la llevo a todo lugar.
— Buenos días— resople mientras caminaba hacia el refrigerador
—Buenos días Samuel— respondió dándome un beso en la frente, tome una taza de leche con pan, dando el último bostezo sacudí la cabeza, al segundo mamá deslizo unos papeles hacia mí, sin mencionar nada fije la miranda en ellos; folletos, promociones universitarias, planes de estudios.Es muy persistente, ha llevado a un niño por toda la vida a su lado y aun piensa hacerlo, sabiendo que aquel niño, ya no utiliza mamelucos ni zapatos de charol, que los gritos de las noches han desvanecido, que los cordones ahora estés bien sujetos y que un día ya no estará allí.
Un incomodo silencio, se torno en el desayuno, obligándome solo a fijarme en aquella taza de leche y pensar que el silencio era lo mas doloroso para mi madre. Sin ninguna palabra en la boca, salí con el morral en el hombro.
En el trole tome asiento cerca de la ventana, con el automotor en marcha, encendí la cámara, di una par de clic a momentos como una pareja de jóvenes disfrutaban la compañía mutua, en la próxima parada cedí el asiento a una mujer con un vientre prominente, cruce hacia el fondo del trole, donde la gente escaseaba, logrando llegar a un asiento libre.
— ¿Está ocupado? — pregunte, al momento el sujeto que llevaba un abrigo, cubierto su cabeza, hizo un leve movimiento negando.
En el centro del automotor se percibe un voz áspera anunciado la siguiente parada, dando aviso a la gente que se aglomera en cada entrada intentado ser los primeros en salir, al instante llevo la mochila al hombro, mientras zigzagueo entre las personas el morral se atasca entre ellos, con un sonido estridente las puertas se abren hacia la estación, personas galopando al entrar y salir, pero al momento escapo del trole, camino hacia la salida de la estación, pero, siento un tirón en la correa del morral, sin prestar interés trago saliva rogando que no sea un ladrón, ajustando las correas lo afirmo en el hombro, pero a pocos pasos, siguen halando de ella, al instante voy la cara intentando intimidar al contrincante, una mano tensa se aferra a la correa del zurrón, en cuya muñeca lleva una ajorca negra , al ojearla, ella no pestañeo ni un instante, una mirada inexpresiva pero firme —¿Puedes seguir caminado? — su voz freno los pensamientos, dejándome perplejo, aclare la garganta intentando hablar, pero, nada salió.
Al caminar durante unas cuadras, aquella chica seguía sujetando las correas, como una niña a su muñeca; detuve el paso por un momento, capturando en la cámara a un par de hermanos riendo, sintiendo en el cuello una respiración cálida, regrese a mirarla, Mariza tenía sus ojos fijos en los míos, son desafiantes, color caramelo, con un destello de miedo, y, aquello logro intimidarme desviando mi ojos hacia el fondo, donde una chica de melena ondula se acercaba entornando sus ojos como grandes binoculares, tome a Mariza del hombro acercándola hacia mí, apresurando el paso
—Tienes que ayudarme— mencione en susurro, con un tono de súplica mientras el semáforo cambia a verde, en el rostro de Mariza apareció una leve sonrisa.
—La chica que se acerca por atrás es mi ex novia, pues, es una larga historia puessss....
—¿No has logrado superarla?— interrumpió Mariza
— ¡NO, NO ES ESO! — refute de inmediato, pues había dado en el clavo, donde aún existía su esencia, donde solo es Gabriela con aquel tono peculiar de reír.
—Lo haré— dijo Mariza, deteniéndose —con una sola condición— agrego, llevando sus manos a los bolsillo del abrigo—Que en cualesquier lugar que se encuentre Mariza, y necesite ayuda, tu — señalo mi pecho—Estarás allí, a pesar de no conocerme, seguirás siendo el mismo sin cuestionarme— 

 Si, fue así como todo comenzó.


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